Fuimos a cazar conejos. Era una expedición bien organizada que capitaneaba el idiota.
Teníamos sombreros rojos. Y escopetas, puñales, ametralladoras, cañones y tanques. Otros
llevaban las manos vacías. Laura iba desnuda. Llegados al bosque inmenso, el idiota levantó
una mano y dio la orden de dispersarnos. Teníamos un plan completo. Todos los detalles
habían sido previstos. Había cazadores solitarios, y había grupos de dos, de tres o de quince.
En total éramos muchos, y nadie pensaba cumplir las órdenes.
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