MINGHUN
Matrimonio después de la muerte
La artista neoyorquina Shishaldin, solicitó formalmente al gobierno de Francia, mediante una carta a su presidente Jacques Chirac, el permiso para casarse póstumamente con Isidore Ducasse.
El minghun
 es una tradición rural China poco conocida. El término significa 
“ceremonia de boda oscura o infernal”. Existía ya desde los tiempos de 
la segunda dinastía China (1766-1122 a.C.). También es conocida con los 
términos chinos de qianzang que significa reentierro o jiashang
 que significa casar a los que han muertos jóvenes. A pesar de los 
esfuerzos del régimen comunista por erradicar dicha práctica, sigue 
existiendo todavía hoy día. 
La
 cultura china ha practicado, desde épocas antiguas, el culto a los 
antepasados, que consiste no sólo en honrar a sus muertos; sino también 
en procurarles bienestar en su “otra vida”. Podemos apreciar un ejemplo 
de estas costumbres en la tumba del primer emperador Qin Shi Huang, que 
contenía una reproducción de  su palacio,  rodeado de su ejército hecho 
de terracota.
El
 matrimonio, según la tradición china, proporciona paz y felicidad a los
 hombres, así que morir soltero es una desgracia, por lo que la familia 
del difunto deberá hacer todo lo posible para brindarle una compañera 
para la vida eterna. Esta esposa es popularmente conocida como “novia 
fantasma”. Los padres del occiso buscan a una familia que haya perdido 
recientemente a una hija con el fin de que compartan la vida de 
ultratumba.
Una
 vez acordada la unión de los novios y el intercambio de presentes, se 
procede a desenterrar a los novios para realizar la ceremonia de bodas: 
ritual de matrimonio, música, fiesta, comida, todo tal cual si se 
tratara de una boda entre vivos, para terminar con el nuevo 
enterramiento en conjunto y que pasen una luna de miel eterna en el ‘Más
 Allá’. 
Si
 al momento de fallecer no hay una pareja disponible o los padres no  
tienen el dinero suficiente para la fiesta y los presentes de boda, el 
hijo es enterrado con una figura hecha de paja o de tela, que 
representa  a una novia y que será intercambiada por una de carne y 
hueso cuando sea posible. 
Hoy
 día, algunas personas han visto en esta tradición un negocio seguro, y 
se han dedicado a desenterrar cadáveres de jóvenes sin el consentimiento
 de sus familiares y los han vendido a familias con un hijo muerto 
soltero, fijando el precio de acuerdo con la belleza de  la mujer 
fallecida, ya que mientras más bella haya sido en vida, más dicha 
proporcionará en la muerte. 
Desgraciadamente,
 el negocio negro de “novias fantasmas” ha mudado desde los años noventa
 hacia el crimen. Ya no sólo desentierran para cerrar un gran negocio, 
ahora asesinan a mujeres para proporcionar felicidad a los difuntos y, 
de paso, hacer un negocio redondo.
Pareciera
 que estas prácticas nupciales son descabelladas a los ojos de la 
cultura occidental; sin embargo, en Francia, existe una curiosa y 
antigua ley en desuso que autoriza al presidente a consentir casamientos
 entre personas vivas y muertas. Tal es el caso de la artista 
neoyorquina Shishaldin, quien solicitó formalmente al gobierno de 
Francia, mediante una carta a su presidente Jacques Chirac, el permiso 
para casarse póstumamente con Isidore Ducasse, mejor conocido como el 
conde Lautréamont en 2004, 134 años después de la muerte del poeta. 
Shishaldin deseaba defender el matrimonio como la unión de almas y 
mentes, un matrimonio entre el arte y la literatura.
                         "Bello como el encuentro fortuito entre un paraguas
y una máquina de coser sobre una mesa de disección" 
Conde Lautréamont
http://ecosdelacultura.blogspot.com


 
 
 
